Nuestra querida exalumna Sofía Isla Labra (generación 2023), cerró un ciclo importante en la experiencia de ser formada por la congregación; vivió su último Retiro de Espiritualidad SS.CC. Esta experiencia consiste en un camino de seis retiros (dos al año) que las y los jóvenes comienzan a hacer desde III medio, por lo tanto terminan en su primer año de egreso. Compartimos aquí un hermoso testimonio de lo que para ella han sido estos años, que por cierto no terminan, pues integrará al equipo de asesores a partir del próximo año.
Me han pedido que reflexione acerca de lo que han significado para mí los retiros de espiritualidad SS.CC.
El primer retiro al que asistí fue el año 2022, solo éramos dos personas de mi colegio en el santuario de Schoenstatt un día viernes en la tarde después del colegio, con una mochila y un saco de dormir. Recuerdo que los días antes de ir tenía un poco de miedo porque no conocía a casi nadie y no quería estar sola. Creo que ese mismo día viernes ese miedo me abandonó.
Posiblemente lo más importante de este primer retiro es que aprendí que estando sola o acompañada siempre hay alguien que está conmigo, es Jesús que vive en mi corazón, a Él puedo confiar mis penas y preocupaciones y siempre está ahí para mí. Además, la comunidad que se forma en los retiros es tan fuerte, que te sientes acompañado por personas que conoces hace muy poco, pero con las que compartes la fe.
Antes de esta ocasión ya había experimentado una religiosidad colectiva muy fuerte en diferentes lugares y de diferentes formas, pero nunca antes había podido lograr una conexión profunda con Dios en la soledad, en el silencio y la reflexión. Recuerdo que en mi pieza del retiro había un cuadro de Santa Teresa de los Andes. Ella tenía apenas 19 años cuando murió, creo que el tiempo que pasé viendo su imagen y pensando en su historia me hizo descubrir lo importante que somos los jóvenes para la Iglesia y que sin importar la edad que tengamos podemos elegir seguir nuestra vocación de servicio.
Este primer retiro ha sido una de las experiencias más importantes para mi fe, en especial porque el 2022 experimenté tres instancias que me ayudaron a formarme como cristiana. Primero me confirmé, lo que para mí significó aprender, ya de forma madura, a encontrar a Jesús en la Eucaristía. Luego participé en el Encuentro de Líderes de la Congregación, que me enseñó a encontrar a Dios en la alegría compartida, en los demás y en el amor. Ese año lleno de aprendizaje lo terminó el Retiro de Espiritualidad, en el que encontré a Jesús de una manera muy diferente; sin nada, solo con mis pensamientos y la oración.
Antes de seguir me gustaría contextualizar un poco el contenido de cada año de los retiros. La misión de nuestra Congregación es Contemplar, Vivir y Anunciar el amor de Dios, y siguiendo esta regla el primer año los retiros se enfocan en el contemplar, el segundo en vivir y el tercero en anunciar. No podría ser nada más cierto, en mi segundo año en los retiros entendí cómo la Iglesia se mueve a través del tiempo, por qué hacemos los ritos de tal manera, por qué celebramos las fiestas, entendí el rol tan importante que tienen las personas dentro de la iglesia, personas como yo o como ustedes, que pueden hacer cambios en la fe y en la vida de los demás.
Ese año, el 2023, los retiros fueron en la Casa de Espiritualidad Loyola, en Padre Hurtado, que fue el antiguo seminario de los Jesuitas. En la entrada hay una placa que cuenta un poco la historia del lugar, entre otras cosas que el año 1973-1974 fue un campo de refugiados de la ONU. Este fue un hecho muy sorprendente para mí, ya que mi imagen de los campos de refugiados es la de Medio Oriente o África, nunca hasta ese momento había pensado que en nuestro país también existieron campos de refugiados. Que este refugio haya pertenecido a la Iglesia tiene mucho sentido para mi hoy.
Recuerdo una vez cuando era pequeña que le pregunté a la hermana Marta ¿quién es el prójimo? y ella me contestó “el prójimo es la persona más cercana a ti que te necesite” y es por esto que la Iglesia ofrece ayuda y refugio a todos los que lo necesitan, siempre, e incluso en los contextos más extremos, como fue el caso de la dictadura en Chile. La Iglesia lucha por la vida plena y por la paz, y los jóvenes somos la vanguardia de esta lucha, a pesar de que sabemos que hay muchas cosas que deben cambiar, nuestra fe nos ayuda a luchar por esos cambios, a luchar por un mundo mejor, simplemente eso, hacer las cosas mejores, servir a los otros y ayudarlos. Esto es lo que los retiros me hicieron entender acerca de lo que es Vivir el amor de Dios: es vivir la vida entregados al servicio y el amor.
Ahora que ya estoy en la universidad, al contrario de lo que me esperaba, me siento más cristiana que nunca y tengo ganas de llevar este mensaje de amor a los demás. Esperé con ansias el retiro del primer semestre y no me defraudó. No tengo palabras para describir todo lo que viví y aprendí en este último retiro, simplemente puedo decir que los jóvenes de la Iglesia nos sentimos llamados a anunciar la palabra de Dios a los demás, una palabra que es amor compartido.
Como estudiante de una carrera científica, en la que la mayoría de las personas no tienen lazos muy profundos con la fe, creo que nunca había tenido tantas ganas de anunciar a los demás el amor de Dios y todo lo que su palabra tiene para decirnos. Mis amigos posiblemente ya estén aburridos de que siempre les cuente mis historias de la misa o sobre el papa, los santos, etc, pero creo que, aunque es muy probable que ninguno de ellos se haga católico, mi mensaje los conmueve y les ayuda a vivir una vida con más amor en ella.
En este último retiro también hice una reflexión acerca de lo que es ser una mujer en la Iglesia, y esto viene también de la universidad, ya que estudio una carrera en la que el porcentaje de mujeres es mucho menor que el de los hombres y a veces siento que se me es difícil hacerme escuchar. En la Iglesia la experiencia puede ser similar, ya que hasta el día de hoy sigue teniendo una jerarquía predominantemente masculina.
Las mujeres queremos cambios. Queremos una Iglesia donde la mujer tenga más presencia y más palabra cada vez, y lo estamos logrando, ya que nosotras movemos la Iglesia en todo el mundo.
La Congregación de los Sagrados Corazones no se queda atrás, de hecho una de las cosas de las que me siento más orgullosa es de poder decir que he crecido con la imagen de religiosas muy fuertes, que contrario a lo que muchos creen no se pasan el día rezando, ya que, aunque la oración es muy importante, las hermanas salen a la calle y luchan día tras día para que todos podamos vivir en un país mejor, para que todos nos sintamos escuchados y tengamos un refugio, que es la Iglesia.
Como jóvenes SS.CC. soñamos alto. Queremos una Iglesia cada vez más moderna y preocupada de las problemáticas contemporáneas, y eso es lo que anunciamos. Tanto dentro como fuera de la comunidad, la Iglesia avanza con nosotros, luchando por la paz en todo el mundo.
Los jóvenes SS.CC. anunciamos amor a los demás, anunciamos igualdad, paz y fe.